1º. Hikkikomori.

Procedencia de la imagen.

Así llaman en Japón a los adolescentes o jóvenes, en su mayoría varones que, incapaces de seguir el frenético ritmo de vida del país, viven voluntariamente recluidos en casa o incluso en su cuarto durante años, refugiados en su ordenador. En Japón se calcula que hay alrededor de un millón de hikkikomori, la versión japonesa de los ni-ni, aunque la cifra es difícil de precisar. Además, perece ser que es un fenómeno que se da prácticamente sólo en Japón y en jóvenes de clase social alta (allí es un lujo tener habitación propia).

Este colectivo había comenzado a preocupar a las autoridades japonesas, que deben afrontar el problema de la disminución de la fuerza laboral en un país que registra una de las menores tasas de natalidad del mundo. De hecho, el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar planeaba construir centros de internamiento para enseñar a los jóvenes cómo ser más disciplinados y adquirir una preocupación por lograr una carrera profesional. En el centro se llevaría a cabo un programa en cuatro fases en el que primero se trataría de fortalecer la relaciones de los individuos con la gente de la misma generación, que cambien el ritmo de su vida,  se les daría apoyo psicológico y finalmente, pasarían a un programa de inserción laboral en el que aprenderían a lograr la independencia económica. Es de suponer que el terremoto va a cambiar todo ésto.

Japón tiene (o tenía hasta la semana pasada) el 3º PIB más elevado del Mundo. Lo que nos confirma que el PIB no es un buen indicador de felicidad, o al menos, de la salud mental de los ciudadanos. 

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